Porque no importa en que lugar del mundo te encuentres, si vos no te sentís bien con lo que sos o como vivís, no va haber un sitio donde poner tu cuerpo. Estar cómodo en un lugar, muchas veces se da por la necesidad que uno sienta: ya sea la de estar solo, acompañado o embutido en una multitud.
Hay lugares donde me arrepiento de ser tan tonto, donde a veces toda la nada se refleja en tiempo que se van en horas en blanco, pero conozco cierta gente que se atreve aún a mesar sus cabellos tranquilamente mientras la acción los ha dejado de seña.
De esta manera la comodidad de nuestro prójimo es la nuestra, considerando un premio todo lo que llega por añaduria y el martillo de la vida que por las malas nos sigue remachando, porque al fin uno tan sólo quisiera seguir en este sitio, pero sin estas cruces en la espalda que se multiplican como mosquito a cada paso del día; digo, para sentirme cómodo.