Las desgracias nos afectan en mayor o menor medida según la distancias en que no encontremos donde se producen. La lejanía y la cercanía son magnitudes que se han modificado en este mundo global, gracias a la Internet, los medios de comunicación o los vuelos supersónicos.
Pero una de las distancias que se han suprimido es la distancia emocional, que no siempre coincide con la distancia geográfica, vivimos en un mundo que es selectivo, inconstante, sensacional, simplificador, emotivo y esquemático.
La compasión, que es un signo de humanidad, también tiene sus caprichos. Nuestros espacios emocionales, como nuestra atención hacia el mundo, es frecuentemente selectiva, arbitraria e inconstante. La agenda de la atención está configurada de manera bastante caprichosa y tiende a priorizar lo que resulta más sensacional. También tiene mala memoria.
Las emociones más intensas suelen ser las más rápidamente olvidadas, lo que mas recuerdo a la distancia son las pequeñas cosas, las cosas cotidianas, los mates de la tarde, el encuentro con una cerveza, las eternas discusiones sobre tonterías.
Es raro, a la distancias uno se acuerda de cosas que tal vez nunca sucedió.