Te acordas de los cassettes?

Todavía los tengo guardados en una (gran) caja. Cientos de cassettes, que más de una vez estuve a punto de tirar y van quedando. Es que la tecnología va a pasos agigantados, mucho más rápido que el sentimiento de desprendernos de esos elementos, que fueron parte esencial de nuestra vida.

Ahí están grabadas las canciones que iba descubriendo en mi adolescencia, robadas al aire del “Winco” donde sonaban Santana con su “Abraxas”, Pink Floy con “El lado oscuro de la luna” y “Pyramania” de Alan Parson Project.

El cassette nos dio la primera oportunidad de ser nuestros propios disc jockey, de seleccionar nuestra propia música. De ser los creadores de nuestra propia recopilación musical. De esa manera íbamos amontonando cientos de estos, con un orden que podían ser por estilos, idioma, por fechas, gustos o situaciones del momento, por cariño a determinado artista o simplemente era un popurrí irrepetible sin ningún criterio en especial. Así se iban mezclando las marcas Basf, TDK, Maxim, Sony, Scocht, Philips, Memorex, Maxell y un montón más de marcas ignotas, que mejor no me acuerdo.

Porque uno sabia que con el de 120 corrías riesgos de que la cinta se quedara enganchada ya que era mas fina que la de 60, pero estaban esas marcas pirulo que se te desarmaban por parte, se te despegaba esa pequeñísima goma espuma de la parte superior donde asentaba la cinta al ser reproducida (lo solucionaba con un pedazo de algodón). Uno se hacia el técnico abriéndolos para ver y rescatar alguna pieza que pudiera servir para otro ya que eran tan berretas que ni tornillos traían. Con el tiempo te volvías experto en unir las cintas que se cortaban, aunque quedaban unos segundos de silencio en el parche.

Como habré puteado cuando me olvidaba algún cassete al sol y después sonaba todo distorsionado, o desaparecían cuando los prestaba para que los “copien".

Yo soy de la época de los primeros walkman que llegaron a la argentina y mi música me acompañaba a todos lados, pero las pilas eran (siguen siendo) caras, así que para rebobinar (palabra en extinción) solía usar la bic negra, que tenia la forma justa del carrete y cual matraca, lo hacia girar hasta alcanzar el tope, o algún tema en particular que terminaba de hacer girar con el dedo más chico.

Antes, en las radios sólo pasaban éxitos. Así que muchas veces había que armarse de paciencia y me tomaba el trabajo de esperar, que la emisora amiga pusiera el tema que quería grabar y rogando que no "pisaran" el tema, no hablaran encima o que se corte la luz.
Muchas veces pasaba temprano (no todos teníamos teléfonos en esa época) por la radio dejando anotados los temas que quería escuchar, para estar en casa con los dedos puestos en el “rec” a la hora que se emitía el programa. De esta manera hacia mis Top Ten que escuchaba hasta que la cinta quedaba transparente.

Ahora con Internet y el MP3 llego un cambio enorme, en donde podes tener toda la producción de tu artista favorito, almacenando en un solo disco toda la discográfica completa, más recitales en vivo y más etc. todo junto en un DVD. Pero convengamos que ya nadie regala un compilado musical donde entran 700 temas y acá es donde me agarra la nostalgia.

Porque seamos sincero, todo aquel que ronde los 30, al menos una vez, habrá hecho su propio mixtape. Un Greatest Hits casero. Esos compiladitos artesanales eran una muestra cultural con las que nos expresábamos, ya sea al conocer un nuevo amigo o al ponernos de novio. Cuando alguien especial entraba a nuestra vida, uno apelaba al arte (ya olvidado) de armar el famoso compilado. Primero seleccionábamos minuciosamente los temas según el destinatario, calculaba el tiempo de cada canción para que la última no quedara cortada, después le confeccionaba la tapita y escribía los temas que grabara uno por uno. Por supuesto, después de tanto trabajo, quedaba una copia para mí.

Estos Hit Parades se hacían para una noche romántica, o para conquistar a la chica de nuestro sueño, ya que de esta manera ella veía lo especial que éramos. Se hacían cuando salíamos de viaje o para un cumpleaños donde faltaba la plata pero no el ingenio "Para Mi amigo José Feliz Cumple". También estaban esos compilados para los "asaltos" en casa del algún amigo, donde uno jugaba a ser DJ, cuidando que todos los temas queden "enganchados" y te sentías un profesional cuando todos querían una copia de ese cassete.

Era una hora que nos servia de terapia. 18 o 20 temas que nos aliviaba de malos tragos, o nos hacían bailar. Dicen que lo que abunda no daña, pero que bueno seria volver a regalar estos compilados. Esos pocos temas, bien seleccionados para que nuestro destinatario pueda disfrutar. Ya no en un cassete, pero si con el mismo sentimiento.
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