Conozco gente que suele madrugar sólo para padecer un poco más la cruda realidad. Esa realidad que no parece terminar más, de la que nos quejamos día tras día y continuaremos protestando por unos míseros mangos hasta el fin de nuestros días (si no nos morimos antes). Sin embargo estamos empeñados en seguir viviendo y en ser felices y hasta a veces tenemos necesidad de sonreír.